lunes, 29 de marzo de 2010

Entre pensamientos y gatillos fáciles

Una pareja de jóvenes con ansias de vivir todo aquello que la gran mayoría ha logrado, se topó con una camioneta de transito entrecruzada a lo ancho de la calle. Sus vidas fueron apagadas en un tris por quienes, una vez más, esperamos que nos cuiden. Tuvieron la deslumbrante idea de cruzarle el vehiculo, para de esta forma cerrarles el paso a esos aterrados jóvenes que sabiéndose en alta falta decidieron escapar acelerando la marcha de su motocicleta. Y la infinita lista de muertos a nombre y cuenta de la seguridad sigue en aumento. Pero aquí un pueblo entero dijo: “basta”. Más allá que la muerte de un hijo no tiene lugar en la concepción de ningún padre (cualquiera sea la forma en que ésta se dé), mucho menos lo tendrá, aquella que sea el resultado de la imprudencia en el proceder de distintas autoridades que tengan la responsabilidad de velar por nosotros. Entonces, una pueblada harta de ver como se está matando a los jóvenes, ya sea por gatillo fácil o negligencia, decidieron hacer lo que más a su alcance estaba: destrozaron transito, el municipio y patrulleros para de esta forma masticarse la bronca y evitar las agresiones físicas.

Aunque en este caso en concreto no se encuentra involucrada la policía, igualmente me da pie para hablar de algo que hace bastante me viene dando vueltas en la cabeza y que me cuesta mucho comprender, y más aun, porque cuenta con el aval de un sector muy amplio de la sociedad que no solo reivindica a esta policía, sino que además aplaude de pie que se les entregue armas, ignorando el futuro de éstas o en qué estado psicológico se encuentren quienes las manipulen.

Estamos hartos cansados de ver como la policía es partícipe, cómplice o encubridora en resonantes casos como, por ejemplo, el de María Soledad Morales, en el que uniformados de la provincia catamarqueña (junto con el famoso Tula) llevaron a cabo el calvario por el que la joven pasó; o como en el también similar hecho ocurrido más acá en el tiempo, Natalia Merman, que salio de un boliche de la ciudad de Miramar en compañía de un joven con un exquisito prontuario delictivo, que se supo luego, la entregó a un grupo de policías que abusaron de ella, le quemaron la cara con cigarrillos, y la golpearon hasta matarla. También podríamos hablar de Walter Bulacio (el fan de los Redondos), o Rubén Carballo (fan de Viejas Locas). Mariano Witis, rehén de un grupo de ladrones del banco itaú de Bé-ccar, en que los francotiradores policiales no se aguantaron la tentación de tener el dedo en el gatillo durante tanto tiempo y no jalarlo, hasta que finalmente se dieron el gusto dando por concluida la precoz vida de Mariano. El cadete Omar Carrasco, quien se encontrara muerto con un balazo en la cabeza en el interior de un cuartel, pero su cuerpo fue encontrado a un mes del suceso, lapso en que el mismo ejercito con la intención de malversar la investigación lo había dado como desaparecido, posiblemente fugado.

El multimillonario docente Carlos Fuentealba, asesinado cuando junto a otros multimillonarios pedían aumento a la vera de la ruta.

Claudio “Pocho” Lepratti, que durante la crisis del 20 de Diciembre en Rosario, la policía que reprimía por orden del entonces Gobernador Reutemann, disparaba sin cesar a la escuela comedor en la que servía y enseñaba, lo que llevó a este a subirse al techo para pedirles que dejen de disparar, que ahí solo había pibes comiendo, pero estos hicieron oídos sordos y lo bajaron de un certero plomazo en la tráquea (como bien lo recuerda León Gieco en su tema “el ángel de la bicicleta”).

Sebastián Bordon, molido a golpe por las fuerzas de seguridad mendocinas, que luego de su muerte trasladaron el cuerpo hacia un barranco para simular un accidente.

Sin omitir el caso del joven gualeguaychense, Enzo, nombre que abarca las pintadas paredes de la ciudad exigiendo justicia para este adolescente que fue perseguido por la mismísima policía, hasta que la fatalidad, en complicidad con la inoperancia hicieron el resto. Lo que me lleva a pensar como casi probable el hecho de que cada ciudad o pueblo tenga guardado en el baúl de los recuerdos a un Enzo, es cuestión de indagar.

Algunos cantos populares que hablan por sí solos:

_Maximiliano Kosteki y Dario Santillán.

_Presente

_Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

_Presente

_ Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

_Presente, por hoy y siempre…

O también:

“Yo sabía, yo sabía, que a Cabeza lo mató la policía”.

Hernán De Torres, Alicia Vega, Guillermo Barraza, Marcela Barrientos, José María Biela; todos asesinados en la represión policial del 19 y 20 de Diciembre de 2001 en plaza De Mayo.

También otras dudosas muertes en que la policía participo y no precisamente en la investigación: Joaquín Piñeyro, Débora San Martín, Guillermo Miramar, Noemí Lamberto, Edgardo Godoy, Fernando Albornoz, Navarro Ramón, Juan Gutierrez, Martín López y la lista es extensísima (en serio lo digo).

Decidí ir por información con datos precisos para de esta forma argumentar el por qué acerca de lo que digo y que además sirvió para confirmar lo que suponía, tratándose siempre de personas de baja escalafón social y que por lo tanto la justicia lenta, sorda y muda haría de la impunidad el regocijo de asesinos mal llamados policías, que de la única manera de subirse a este tren, es camuflándose de cortaboletos.

Recuerdo al “Ingeniero” Blumberg, (el que reconozco en un principio me engatuso, pero que me sirvió para aprender y no repetirlo luego con De Angeli, por ejemplo) y sus declaraciones que me llevaron a comprender que no solo era un falso ingeniero, si no además un falso profeta que festejaba los muertos por la policía, lejos de comprender que así como matan a estos jóvenes también podrían haber matado a su Axel, o quizá, lo que sería peor, piense que su hijo vale mas que cualquier Sebastián Bordón o Carballo, porque su hijo trabajaba, estudiaba y aparte era rubio, argumento suficiente para no ser muerto por policías cazavagos. Porque esto es así, hay mucha gente (adultos y jóvenes) que piensan que cuando los muertos son vagos, está bien (así como el “algo habrá hecho” de la década del 70) y cuando son jóvenes bien, de familias bien, entonces “la inseguridad se cobró una nueva victima”.

Quizás sean los mismos que ven con beneplácito a la policía Macrista y todas sus innovaciones aplicadas a la reducción de la delincuencia. Énfasis que lamentablemente no es trasladado a otras áreas como educación o trabajo.

Si el empeño que ponemos en fomentar una policía corrupta, racista e ignorante (porque mayormente coincidimos en que son estos los tutores en las escuelas de la delincuencia y sin embargo queremos que hayan más y mejor armados, pasando por alto lo intelectualmente desarmados que están); lo pondríamos en reimpulsar una educación mejor, con más docentes y con mejores salarios, mas escuelas y menos cárceles; estaríamos cortando de raíz el verdadero problema.

Aunque también se me podría decir: “perfecto”, eso está bien para las futuras generaciones, ¿pero para los jóvenes que ya están perdidos?

Entendamos de una buena vez que si hay adolescentes delincuentes es porque existen adultos que los instruyeron en esa delincuencia; si hay jóvenes drogándose con paco es porque existen adultos que lo elaboran y se los venden; si hay niños con armas es porque hay adultos que la fabrican, las comercializan y se las facilitan; si hay jóvenes excluidos de todo sistema, es porque hay adultos que los excluyeron y lo que es peor, les conviene y hacen negocio con eso. Si hay jóvenes marginados, se debe a que existen adultos que evaden impuestos y otros adultos que malversan esos impuestos.

No podemos perseguir, como extraviados marineros, a esos cantos de sirenas provenientes del fondo y reino del racismo. No podemos subirnos al caballo de creer que a estos jóvenes haya que caerles con todo el peso de la ley, la que únicamente se acuerda de ellos para castigarlos con una policía hipócrita que primero los usa y luego los mata. Son estos, la consecuencia de decisiones de adultos. No nos equivoquemos, no pensemos que están perdidos y por ende hay que resolverlo de forma capital y terminante, esa es la manera más fácil de pensar, es la que quieren que pensemos. No podemos acceder a cualquier idea sin pensar por nosotros mismos, es algo muy peligroso. ¿Que pasaría si accedemos, y se extermina a ese sector que tanto nos preocupa? ¿Qué otro sector se querrá eliminar luego? ¿Los inmigrantes, como producto de una xenofobia alimentada por los brutos que rechazan aquello que no comprenden? ¿Los downs, que le cuestan caro al estado? ¿Los homosexuales? ¿Los judíos? ¿Los negros? ¿Los comunistas? Esta teoría ya la vimos y es altamente intolerante e inviable.

Resolví no incluir en esta lista a los 30.000 desaparecidos (o los que fuesen) más los 660 muertos en Malvinas, debido a que esto fue lisa y llanamente terrorismo de estado practicado por las tres armas, en lo que el pueblo argentino no tubo posibilidad de elección, y que es precisamente la principal diferencia que existe con el presente. Aquí podemos elegir y tenemos que entender que mediante la represión, la opresión y el despotismo no se soluciona nada, ya que lo que se busca con esto es sembrar terror para que de esta manera no pensemos otra cosa que no sea lo que ellos quieren que pensemos.

Riera Facundo