lunes, 30 de mayo de 2011

Un sueño


Yo los había visto hacer triturar ilegalmente sus viejas carcasas robadas. Los había oído despilfarrar billetes manoseados, por sus industriales bocas pulcras. Y había compartido un caminar con sus estáticos cuerpos ridiculizados.

En vidrieras de exposición a la venta, sin precio, remataban sus pieles rígidas como la cera a los pobres indefensos desalmados; y en trueques lastimosos, pidiendo a cambio algo de ovación, se deshacían de aquello que no les convenía en el camino a ser reconocidos por un hipócrita con más suerte: ¡sus propios ideales!

En la ruta masiva que conducía a obtener un papel con sello en el que algún mediocre le pusiera titulo a quienes eran, estaba señalizado el rumbo a la perfección, con deslumbrantes gigantografías en las que brillaban los lideres del rebaño mostrando unas plásticas muecas a las que habían puesto el nombre de sonrisa...y sintiéndose pequeños frente a ellos, los sentí resignarse a sus instintos para ser fieles devotos de una imagen popular.

Poco a poco comencé a preguntarme por qué nadie optaba por los polvorientos, oscuros y no señalizados senderos que se desviaban de aquella ruta comunal. Decidido a acercarme a uno de esos, me salí del rebaño y fui apedreado, escupido e insultado. Después de un largo rato de vagar por varias entradas oscuras, leyendo avisos en sus entradas (PELIGRO: SOLEDAD; PELIGRO: EXCLUSION; PELIGRO: MUERTE), ignorando a mis demonios del terror, me decidí a adentrarme en ese sendero que yo mismo había elegido, que era más angosto y menos cómodo, más largo y menos transitado; y desafié aquellos monólogos colectivos que explicaban la correcta fórmula a la infeliz felicidad.

Recuerdo haber despertado en ese mismo instante, y como el residuo de una pesadilla pasaron fugazmente por mi memoria aquellas almas perdidas que trituraban sus viejas carcasas, despilfarrando billetes manoseados por sus bocas; con sus cuerpos ridiculizados de cera expuestos a la venta; pisoteando sus ideales para conseguir la ovación de un líder vacío; aceptando un título en el que alguien que no los conocía los definía sin razón; adorando las plásticas figuras de emociones falsas; agachando sus cabezas frente a la cruel mentira de que ninguno estaba programado para grandes desafíos; caminando inmóviles muertos en vida.

Y en esa nueva realidad en la que había despertado, vi que no éramos pocos quienes sosteníamos nuestras propias fantasías de quienes éramos y qué debíamos hacer con eso; y las frentes en alto y miradas encontradas, respetando la existencia de un otro semejante, me hicieron recordar esos falsos carteles que mentían diciendo que por nuestro propio camino, con nuestras propias decisiones libres y fugaces, levantado cada uno su propio ideal, nos quedaríamos solos, muertos y excluidos.

Y la felicidad, se vuelve así algo tan abarcativo y personal que no puede acorralarse en una definición fundamentalista de buen aroma y mal sabor.


Czarina Fagiano

martes, 17 de mayo de 2011

El punto de partida



Nací junto a la democracia y con el fin de la nefasta guerra de Malvinas, soy de esa generación que nació escuchando el reclamo de un cambio, cambio que hoy seguimos pidiendo y buscando.

Este es el punto de partida. El punto desde donde empiezo a escribir, reflexionando sobre la posibilidad de formar parte real de ese cambio. Siempre escucho hablar de personas que dicen querer y trabajar en la búsqueda de ello. Yo me pregunto si todas esas personas que tanta bandera hacen de dicho cambio y de cuáles son las maneras de llevarlo adelante, alguna vez pensaron realmente en poder lograrlo. Me lo pregunto porque muchas de esas caras son las mismas de siempre, las que sólo buscan mantener esa bandera intentado mantener su estilo de vida. Nací en una época en la que “el cambio” se empezó a gestar, pero crecí y ese cambio nunca terminó de concretarse, en el medio pasamos por mil y unas recetas para lograrlo, pero nunca se termina de dar, nunca termina de formularse el método para implementarlo.

Ahora bien, tendríamos que ver qué tan capaces somos de afrontar tamaña empresa. ¿Realmente estamos dispuestos a cambiar? ¿Cuando decimos que pensamos en el otro, lo hacemos? ¿Somos realmente capaces?... esas preguntas siempre me dan vuelta en la cabeza. Escucho hablar a la gente y siempre con palabras tan coloridas, tan llenas de esperanzas, de buenas intenciones, pero siempre son eso: Sólo palabras bonitas.

Si ese mundo que soñamos, ese mundo inclusivo y no exclusivo, es tanto más lindo y satisfactorio, ¿porqué siempre muere en un sueño? un sueño de unos pocos “Locos” que buscan ganarle a las tan conocidas y desgastadas artimañas del sistema en el que vivimos, ¿será qué realmente es imposible de ganarle? Tanta sangre derramada en un bando y el otro, guerras que no gana nadie o que simplemente perdemos todos, países desgarrados, nenes con hambre, madres llorando a sus difuntos maridos, hijos, hermanos…¿a donde apuntamos realmente con todo esto?.

Un Amigo me dijo, Ruso: el planeta tiene todo el tiempo del mundo ¡nosotros no! Es ahora o nunca…así de determinante, así de fugas es nuestro paso por este tan bondadoso planeta que nos hizo tan inteligentes a la hora de exprimirlo pero tan incapaces a la hora de pensar en el “para todos, todo”. Algo tan sencillo, ese todo no radica en palacios, fortunas ni lujos, simplemente habla de que todos tengamos las mismas posibilidades, que no existan personas de descarte, personas que no son productivamente sustentables y por ende son números en rojo…si rojo es el color de la sangre (por lo menos de la mía), tendría que ser el color de la vida y no el de la muerte. Cuando miro para atrás veo un montón de personas que buscaron realmente poder llevar adelante ese cambio tan necesario y buscado. Ellos, los otros locos como yo, empezaron a marcar el camino para ese cambio del que estoy totalmente convencido que nos toca formar parte activa, si ellos hicieron tanto con tan pocos recursos, con tanta propaganda en su contra, si hoy todas las voces reclaman algo más humano, reclamando que el “ser” humano nos llegue a todos y no a unos pocos agraciados que se amparan en esta forma de vida para poder mantener su ¡nivel de pudiencia!... a costillas de tantos miles y miles que dejan su vida en el yugo para poder hacer de su paso por el planeta un poco más placentero. Pienso y me voy por las ramas, son tantas las cosas que no entiendo, son tantas las cosas que me hacen pensar y pensar en que no podemos estar errándole tanto, pero tanto.

Vivo en una hermosa ciudad en la que las personas pasean por las calles haciendo alarde de su buena posición social, de sus tan fructíferas empresas (el tan golpeado campo, que ya no sabe ni donde ni como guardar tantos billetes), sus lindos bmw, audi's y las infaltables ¡chatas!, éstas, obviamente tiene muy poco que ver con lo que mi abuelo señalaba como tales. Y bien, muchos pueden tomar este punto de vista como el de un resentido porque es la primera ventana que les queda a los que se sienten incómodos con esta realidad, pero si todos estos salieran tan solo 15 cuadras del iluminado centro y se tomaran el trabajo por primera vez en sus vidas de aceptar la cruel realidad que se vive en una ciudad de casi 100 mil habitantes nada más, (no estamos hablando de una gran aglomeración), y fijaran sus ojos en un nene que anda descalzo, con frío y hambre, me pregunto: ¿mantendrían esa postura de que son vagos y de que lo único que les interesa es el Plan que el oficialismo les da? Digo: es hermoso ver la costanera tan bonita, pero ¿no seria mucho más provechoso y hermoso ver que todos los gurises tengan la posibilidad de tener la infancia que se merecen? ¡No sentirían un poco, al menos, la culpa de que sus lujos sean los culpables de semejante crimen de lesa humanidad como es robarle la posibilidad, a un nene, de soñar!

Si no somos capaces de devolver la capacidad de soñar a un pibe no podemos hablar de un cambio, es tan simple como eso, tantas palabras que se lleva el viento, tantos luchadores que se llevo el viento, tantas ilusiones. Hablar de cambiar las cosas no puede ser entendido solamente por el hecho de que no se vean más personas con necesidades básicas, el cambiar las cosas esta en devolver la dignidad robada, en devolver lo que nos adueñamos sin permiso, en tomar como ejemplo tanta sangre derramada, tantos recursos mal gastados en bandera de una causa que no es nuestra, sino de 5 tipos que se hacen incalculablemente ricos riéndose de nosotros. Ellos se ríen de nosotros y nosotros los miramos con admiración, queriendo imitar su ejemplo, ese ejemplo que puso al mundo en el lugar en el que se encuentra: en el que sea todo para unos pocos y nada para muchos, y es ahí donde me vuelve a dar vueltas en la cabeza las palabras de ese amigo mío, si es tan simple como eso, si nuestra vida es tan efímera como el recuerdo que podamos marcar a fuego en la conciencia de nuestros seres queridos ¿no es hora de que realmente tomemos conciencia y entendamos que por mucho que hablemos si no acompañamos la palabra con la acción no somos más que otro puñado de falsos intelectuales? El cambio realmente radica en nosotros, la cuestión está en ver qué tan capaces somos de llevarlo adelante, pequeñas acciones hacen a grandes causas.


Alberto Massart