lunes, 14 de febrero de 2011

"Volver al Pasado"

Como una de las tantas veces que la imaginación se nos dispara, catapultada por algún pensamiento, sueño o recuerdo, mi imaginación se vio una vez más amenazada, tomo vida propia y se fue. Sólo quedo mi cuerpo vacío como esperando desinflarse sosteniendo un libro que ya no podía continuar siendo leído. El motivo de dicha fuga fue un nombre: Alejandro Riera. En “La Patagonia Rebelde” de Osvaldo Bayer, libro muy popular, se cuenta la historia de los fusilamientos de unos 1.500 trabajadores patagones (peones y obreros), que iniciaron una saga de huelgas a sus patrones por mejoras salariales, reducción de las interminables jornadas y mejores condiciones. Esto se inicio en las postrimerías de los años 20 en la provincia de Santa Cruz y zonas aledañas y terminó con la matanza final, en el año 1922, llevada a cabo por el entonces Teniente Coronel Benigno Varela. Y digo que puede ser conocida porque además del libro, este pedazo de escritor es también guionista y en los años 70 fue llevado al cine. Film protagonizado por Federico Luppi, Pepe Soriano y Héctor Alterio entre otros. Y que obviamente recibió el mejor elogio que un escritor que cuenta verdades en épocas de mentira puede recibir, la censura.

Entonces este tal Alejandro Riera, fue nombrado junto a otras nueve personas (todos gallegos) que llevaban a cabo una reunión para ultimar detalles acerca de las huelgas, esto ocurría en la asociación obrera de Río Gallegos, Capital provincial. Cuando entró la policía a punta de armas y se los llevo a toditos acusándolos de anarcosindicalistas.

No pude proseguir mi lectura. Inmediatamente comencé a pensar en mi tío abuelo, ese que no conocí y que me hubiese gustado hacerlo. De pronto recordé que en otros de mis anteriores viajes intergalácticos de realidad no ordinaria tuve la suerte de entablar una linda relación con Christopher Lloyd (el excéntrico científico de “volver al futuro”) entonces me le fui a verlo para convencerle de que me prestara la máquina o auto del tiempo, más conocido como Delorean, y luego de una extensa charla en la que me contó lo mal que lo había tratado el paso del tiempo a él y a su máquina ya deteriorada ( lo que me hizo pensar la ironía de la vida) pues entonces me lo prestó, pero con dos condiciones: 1ra. Lo tenía que devolver el lunes a más tardar, ya que el martes tenía turno para el taller, le iban hacer cambio de aceite y filtro; y la otra condición que para mí, más que condición fue un honor, llevarlo conmigo al gran Michael Fox. Además este era el único capaz de trasladarme a los años 20.

La cuestión es que, luego de ponernos al día con Michael, luego de haberle confesado que sus películas recién me gustaron de grande. Confesión que creo una atmósfera de sinceridad sin estribos y él, llorando y temblando producto de su mal llevado parkinson me confesó lo mal que le hizo la fama. Como suele sucederles a personas que aún son muy jóvenes como para saber sobrellevarla.

Tratando de levantarle el ánimo – repuse: _ ¡Por eso yo me voy a ser famoso una vez muerto! Al fin pudiéndole robar una sonrisa a ese que tantas me quito.

Nos pusimos en marcha, marco en la computadora de abordo el año, el día y la hora a la que viajábamos y partimos con el Delorean cagando fuego.

Mientras viajábamos plácidamente en el espacio y el tiempo, tomando unos mates aproveche el momento para hacerle una pregunta a Michael que no podía evitar.

__ ¿Teniendo una enfermedad terminal y una maquina del tiempo a la vez, como es que no te has hecho un viajecito al futuro más cercano en el que el Parkinson sea curado con la sola ingesta de una pastilla o una inyección como si de un dolor de cabeza o resfrío se tratase? A lo que me respondió: _ Dios así lo quiso, es el precio que tengo que pagar por mi fama, por esas noches de grandes excesos.

¡Guau! –pensé- este tipo la debe haber vivido en grande. Y su tono sonó tan seco como seguro en sus palabras, por lo que decidí no insistir. Aparte es muy común que quienes alguna vez supieron gozar de una fama repentina, luego, una vez evaporada ésta, se vuelquen a estupefacientes como: drogas, alcohol o religión.

Finalmente llegamos y de forma estrepitosa como sólo el Delorean lo puede hacer. Dos señoras sentadas mateando bajo la galería de la única casa de la zona, al ver estrafalaria aparición se comentaron una a la otra _ ¡Ha visto Albertina, cose mandinga! Indudablemente estábamos en Argentina en los años 20. Nos acercamos a la casa y comienzo a escuchar una voz familiar, me concentro y logro oír una voz muy parecida a la de Mirtha Legrand en la radio y que justamente estaba refiriéndose al conflicto de la Patagonia:

_ ¡No puede ser, estos anarquistas que no quieren trabajar, en la Argentina nadie quiere trabajar che. Así, no!

No puede ser, (me digo) no me dan los números, les pregunto a las señoras si es Mirtha, y me responden _ Claro, La Chiqui, como sorprendidas de mi ignorancia.

Les pido si tienen el periódico del día, cuando me lo dan veo que estamos en los años 20, pero me percato de que no estamos en Santa Cruz, no sólo porque el diario dice Bs.As. (motivo más que suficiente) sino que además cuando lo comienzo a ojear, dentro, debajo de página, muy pequeño veo una inadvertida nota concerniente a la huelga ocupando un diminuto espacio formado por un rectángulo perfecto de 4 x 8cm. como no se puede esperar otra cosa de un diario porteño y unitario, cual lejano sur tiene más que ver con Chile que con Argentina. Mientras que la nota de tapa reza acerca de la Ley Seca en EE.UU.

Salimos con Michael despavoridos para Santa Cruz, en el viaje le voy contando detalles.

Una vez que llegamos a Río Gallego, preguntamos por la comisaría hasta que atinamos con ella. Me bajo solo, porque Miky me dice que es asunto de familia y él no tiene nada que hacer, mientras tanto se queda revisando el Delorean que recalentó un poquito.

Ingreso a la comisaría y pregunto por mi tío abuelo. Un hombre robusto y marmolado en sus rasgos gallegos y tehuelches indaga sobre quien es mi tío abuelo, a lo que respondo _ Alejandro Riera, con una voz cargada de orgullo advirtiendo luego que este defecto o virtud no es bien visto por esos lares. Desinflo el pecho y pregunto si podría verlo, esta vez cargado de amabilidad que por ser poco vista, es también muy efectiva.

Luego de esperar una hora aproximadamente, en la que me deleito con una parodia del himno argentino proveniente de las celdas de unos anarquistas (quizá para provocar a los guardias) que cantaban: -¡Y los niños del mundo responden, dame pan, dame pan, dame pan!- Lo que provoco en mí una verdadera risotada.

Finalmente viene mi robusto amigo policía y me dice que puedo pasar, pero un ratito nomás, ya que esta por caer un preso muy peligroso y no puede haber nadie exógeno al recinto.

Me lleva hacia la celda de mi tío y ahí lo veo, tiene un aspecto cansino y descuidado, parece tener unos 35 años aproximadamente, me ve y me pregunta quién soy. Me presento como Facundo solamente. No quise darle mi nombre completo ni de donde vengo ya que es largo de explicar y tenia muy poco tiempo para poder interpretar esos jugosos años de la historia, que nuestros maestros han decidido silenciar. Quise en cambio escuchar lo que esa persona tenía para contar, su historia.

Empecé por preguntarle su edad, lo que me sorprendió cuando me contó que tenía 26 años.

_ ¿Sos periodista?

_ No, interprete de la historia- respondí

_ ¿Que es eso?

_ Algo así como alguien que quiere saber la verdad, pero por sus propios protagonistas.

Luego sin más preámbulos ni eufemismos opte por ir al grano.

_ ¿Es verdad lo que dicen, que sos anarquista?

_ Sabes lo que pasa Facundo, que cuando alguien nunca vio llover, una garúa es chaparrón.

Pienso en sus palabras y aunque las entendí claramente, prolongo un silencio tratando así de que se explaye, y lo logro:

_Cuando se pide a los patrones más de dos comidas por día, –continua- un día de descanso, que las jornadas tengan fin, aumento de salarios, que las habitaciones de 4 x 4 en la que dormimos amontonados a veces de hasta 7 tengan ventilación, mientras los animales tienen mejor suerte en los establos. Cuando pedimos baños con agua caliente, necesitamos dormir en colchones con frazadas, ni siquiera pedimos camas, pedimos velas, también pedimos tener otra muda de ropa o dinero para obtenerlas por nuestra propia cuenta, no trabajar los días que nos encontramos enfermos, una revisación medica no estaría de más, muchos mueren de pulmonía por no permitirles sus patrones ser tratados como corresponde. Cuando estas inquietudes son llevadas a los patrones, es de esperar que nos traten de anarquistas o como mierda sea. En definitiva, lo que exigimos es ser tratados como personas ¿tan difícil de entender es eso? -Sigue- Te voy a decir algo: Siempre que el débil luche por sus derechos y esa lucha atente contra la perpetuidad del fuerte, que precisamente son quienes violan esos derechos, cuando amenacemos sus plácidas y lujosas vidas, pues entonces estos últimos van a utilizar todas sus influencias, dinero y poder para desdibujar las cosas llamándonos anarquistas, comunistas, ladrones, haraganes, etcétera.

Mientras me dice estas palabras no puedo dejar de pensar en el caso de Medio Oriente y EE.UU., en el que este último tilda al anterior de terrorista para ser avalado por todo el ignorante mundo mientras roba cuantos recursos naturales tengan estos. Pienso en las palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano, dando la receta para obtener un terrorista: “Invade un país cualquiera, toma un padre de una familia cualquiera, prívalo de transitar libremente, bombardea la fabrica en la que trabaja, bombardea la escuela de sus hijos, matando a uno y dejando a otro herido para que este lo lleve de urgencia al hospital, el que nunca lo atenderá ya que también será destruido, entra a su casa mata a su señora luego de violarla, despójalo de cuanta riqueza y dignidad tenga y ahí tendrás un terrorista”. (Sepan disculparme mis estimados lectores, es una licencia literaria que no puedo evitar)

Volviendo con Alejandro, este prosigue con sus sobrados argumentos de lo injusto de este proceder- me dice que- Mientras el señor feudal no logre concebir que el fruto más preciado de la tierra es el hombre y no el fruto en sí, vamos a seguir siendo tratados peor que a los animales. Exigimos que nos reconozcan como sindicato._ ¿Sabes por qué queremos una reducción de la jornada laboral?- me pregunta.

_ No

_ Para estudiar, para terminar la escuela, para aprender a leer y escribir, para no sentirnos inferiores a nadie, para ser tratados como iguales, para defendernos de quienes quieren liquidarnos por el solo hecho de que existimos en grandes cantidades.

Me es inevitable pensar en la natural sabiduría de esta persona y cuan lejos llegaría, teniendo la posibilidad de estudiar, pero así de mal están las cosas. Estos obreros rurales que a sabiendas o no, están refutando a Marx, ya que no hacen falta industrias para que el obrero tome conciencia de clase.

Cuando estamos en lo mejor de la charla, llega el guardia para decirme que me tengo que ir y a empujones me lleva. Levanto la voz para despedirme de mi pariente, le prometo que lo voy a contar a quienes quieran escuchar. En ese momento veo en el largo pasillo como entran a un reo con más custodia que la reserva federal, cuando se acerca observo que es apenas un adolescente de escasa estatura y unas orejas muy llamativas, advierto que se trata del famoso “petiso orejudo”, el asesino de niños con un prontuario que conmociono a la sociedad argentina en esos años; y debo reconocer que cuando paso frente a mí, me invadió una ola de temor que nunca antes había experimentado. Logre escuchar que lo estaban trasladando al polar penal de Ushuaia ya que de todos los anteriores lo habían expulsado por su bélica conducta y como un temporal azoraba las inmediaciones se decidió que el presidiario pasase la noche en aquella comisaría.

Finalmente pude continuar a pesar de mi estupor. En la salida ya, me encuentro con un numeroso grupo de personas reclamando por la libertad de los trabajadores. Y como dentro de la comisaría pude oír que en unos instantes cuándo llegue la orden, comenzarían a reprimir, trate de advertirles a los que más pude antes de irme, ya que no me podía quedar ahí, debido a que el riesgo era mayor y yo le había prometido a mi tío denunciar lo que ellos no. Entonces recordé a Chaplin (ese inocente comunista) cuando cruzando una calle, en medio, ve una bandera extendida en el suelo, la levanta tomándola del cabo, en busca de su dueño, e inmediatamente dobla en la esquina una manifestación comunista, los de la primera fila lo toman de los brazos a la pasada haciéndolo encabezar la misma, éste, impotente, sacude los brazos y de esa manera a la bandera que a pesar de las imágenes daltónicas de la época se puede apreciar claramente que es roja, y que para su mala suerte al instante llega la policía y como siempre, tiene que salir corriendo.

Pues entonces decido irme, no soy Chaplin (aunque me gustaría), aparte Michael me esta esperando. Me subo al Delorean y salimos. Michael había ido a pedir agua caliente para los mates de la vuelta, yo le sebo mientras él maneja, me pregunta como me fue, a lo que contesto: mejor de lo que pensé. Realmente valió la pena.

Esto es un humilde homenaje a los 1500 trabajadores que no pudieron contar la historia, entre ellos mi tío abuelo. Fueron cobardemente fusilados por orden y gracia del Coronel Benigno Varela que primero les hacia cavar sus propias fosas antes de matarlos, aunque varios fueron sepultados estando aún vivos.

Estas series de faenas y asesinatos a mansalva, comenzó a fines de 1920 y finalizo en enero de 1922.

En la noche buena de 1922 la Sociedad Rural y la flor y nata de la afortunada sociedad levanta las copas por el teniente Varela como el héroe de La Patagonia. Muerto el perro, se acabo la rabia.

El 27 de enero de 1923 un ferviente anarquista alemán recientemente nacionalizado, Kurt Gustav Wilckens, espera al Coronel Varela en la puerta de su casa de Bs.As. en Palermo, cuando el Coronel sale, Wilckens lo increpa arrojándole una bomba casera que los deja mal heridos a ambos ya que cae en medio de los dos, el Coronel Varela no logra desenfundar el arma a tiempo, pues entonces el anarquista vacía el cargador de su Colt, dos tiros son suficiente para acabar con la vida de Varela, logrando finalmente la anhelada justicia para sus paisanos ideológicos. Como producto de las esquirlas, queda Wilckens con las piernas destrozadas impidiéndole el escape, finalmente es capturado. Al tiempo dentro del penal, se encontrará su cuerpo sin vida. Hoy es un Mártir. Quienes lo conocían, aseguran que murió gritando: ¡Que viva el trabajador, que viva la anarquía!


Espero que no los haya aburrido con mi tardía denuncia. Sépanme disculpar, es que se lo prometí a mi tío abuelo.

Hoy me voy a dar el atrevido lujo de firmar con un seudónimo literario: Alejandro Riera.


(Esto es algo que escribí hace un par de años y que nunca imaginé que su divulgación iba a ser producto de casos similares al de este relato, con la abrupta diferencia de unos 90 años después. Pero como en muchos de los campos argentinos sigue vigente la ley que hizo al granero del mundo, es para mí menester la publicación de esta mezcla de fantasía y realidad que espero sirva para entender cuan diferentes somos de aquellos que repiten hasta el hartazgo que: “el campo somos todos”)