jueves, 16 de septiembre de 2010

"El gran defecto"

El sólo hecho de que el valor del dinero este dado por la efímera cuantía que las personas que lo poseen le dan, y a su vez, por quienes no lo tienen -y por ende- lo necesitan; es infinitamente estúpido. Tan estúpido que si abordamos el tema de forma seria, tendríamos que renunciar inmediatamente, ya que de no ser así correría riesgo un sistema sostenido por un simple pedazo de papel que por sí mismo no tiene valor. El oro primero, y luego, el dólar nos han abandonado, estamos respaldados en absolutamente nada. Sepámoslo.

A diferencia de muchas otras monedas-mercancías que han tenido valor intrínseco como la sal, el aceite, tabaco, pieles, oro en polvo, cacao, etc.; este goza de una inescrupulosa ineficiencia, pero que igualmente se mantiene por la simple holgazanería de quienes desean hacer dinero con dinero, sin tener que trabajar, sin tener que mover un sólo dedo. De aquel que advirtió que prestando la cantidad de, por ejemplo, 100 unidades de “X” moneda, podía recibir al cabo de un año 130 o 140 unidades de esa misma moneda. Donde personalmente creo que de aquí data la famosa frase “el tiempo es oro”. Estimados: Aquí firma sentencia de muerte el capitalismo. Es la misma creación del doctor Frankenstein quien lo mató. Será la codicia quien finalmente acabe con el capitalismo. A diferencia de los que muchos apresurados creen, Carlitos Marx (Filósofo, sociólogo, economista) estaba a favor del libre comercio, ya que este demostraría el lado más salvaje del sistema, la codicia y la corrupción hará que los desahuciados quieran un cambio, necesiten un cambio, que servirá para el aceleramiento de la tan ansiosa revolución.

Lo cotidiano de la vida, el apresuramiento, la necesidad de movernos siempre en masa, el inmediato rechazo a los impulsos de apagar “latele”, de no darnos tiempo a solas para pensar por nosotros mismo, para encontrarnos, para escucharnos (algo que cada día es más difícil de lograr), ha llevado a que este sistema pueda seguir operando con la típica impunidad de la tiranía.

Reconocidos hacedores de dineros, que la sociedad no vacila en tildar de exitosos, defensores a rajatabla, centinelas de lo establecido levantándose religiosamente todas las mañanas a ganar su Dios dinero. Pero que a diferencia del resto de los ñatos, estos, ganan “cantidades exorbitantes”. Apáticos asexuados que entienden por orgasmo, la ínfima suba del dólar.

Pero he aquí una contradicción: el hecho de no tener un fin especifico para ese dinero. Ellos hacen dinero por que así es como interpretan la vida, de eso se trata vivir. Es su pasión, y como tal, difícil de explicar. En cambio, el Diego quería un techo para su familia, mi amigo Cococho quiere irse de la casa de la madre, el Ruso quiere arreglar la chevi, Manola quiere hacer “la suya”, tranqui; a mí me urge Cuba. Tenemos una idea distinta del dinero, quizá y por qué no, hasta romántica. Pensamos en él como la herramienta hacia, y no, el fin. Es más, creo que es esto lo que mueve a los ladrones de bancos. A mis desafortunados ladrones del banco Río de Acasuso que espero algún día se los canonice. ¿No era esto, acaso, lo que movía a Robin Hood? “Ladrones de besos recuperando el tesoro de los inocentes”.

Nada más triste que hacer dinero por el sólo hecho de abarrotarlo.

Se lo dijo Homero al Señor Bernz: -¿Lo abraza el dinero cuando llega a su casa?

Un libro que está muy de moda por estos días: “Niño rico, niño pobre”, el exitoso padre enseña a su hijo rico, y también a su amigo pobre, a ser “grandes hombres de negocio”, algo así como un gurú de la economía entrenando a dos jóvenes para ser patrones de patrones. Enseñando los pormenores de la vida. Aunque incapaz, éste, de poder definir de forma acabada la palabra: felicidad. Esta neobiblia de este neoliberalismo no tardó en ser rererereeditada, ya que muchos jóvenes reacios a la lectura, como era de suponer, este mediocre libro carente de artilugios literarios los atrapo de inmediato. Su primer libro. Escuelas, oficinas, universidades dando un concepto de dinero que podría interpretarse como simplista, por lo menos.

No tengo nada personal contra el dinero, mi preocupación es, más bien, colectiva. Me alarma la dimensión del problema y la normal aceptación de una sociedad anestesiada. Fervientes abusadores de opio, incapaces de poner en tela de juicio el mal responsable de cuanta injusticia exista. Nos creemos una raza inteligente, arrogantemente superior, de hecho exterminamos a todos aquellos que creíamos inferiores, que según nuestra perspectiva no merecían ser tratados como iguales: incas, mayas, aztecas, etc. E igualmente somos la única raza capaz de tropezar ciento de veces con la misma piedra sin ni siquiera detenernos a pensar en tamaña mentira en la que estamos inmersos, y que no es casual, que al igual que la religión, carezcan de razones lógicas.

Por Milton Tarabarelli: quién todas las mañanas necesita recordar sus sueños, para de esa forma, resistir.