jueves, 23 de junio de 2011

Alugas cosas sobre "la persona de izquierda" y "la persona de derecha"


Hace unos días leí en un diario que, si mal no recuerdo, en todas las épocas el trasgresor es y ha sido un enigma. Es decir, porqué alguien común y corriente se anima a cuestionar el orden establecido, aún conociendo las posibles represalias. Y la respuesta a ciencia exacta no existe, pero hay quienes sostienen que, generalmente, se trata de una marcada diferencia de lo aprendido de niño (lo que se nos ha enseñado de niño), y lo que finalmente se experimenta en la vida adulta. Y continuaba diciendo que eso nos pasa, en mayor o menor mediada, a todos y para resolverlo suelen estar los psicoanalistas.

Siempre digo, y lo recomiendo, que escribir lo que sea que a uno le ande dando vueltas en la cabeza hace muy bien. Es más, creo que esta práctica es una forma catártica de hacer terapia para mí. Caso contrario debería cambiar mi compu por un “chumbo” y al mejor estilo Michael Douglas en “Día de Furia” salir a las calles a imponer mi verdad. Para que el niño, prontamente hombre, advierta de una buena vez que la derecha y la izquierda ya no son solamente puntos extremos que condicionan una dirección. Es más que eso, una forma de pensar, una corriente filosófica de vida, ahora venida a flamante elección. Y cuanto antes suceda esto será mejor para él, o quizás no, sea esto mismo lo que haga despertar al león dormido que cada uno llevamos dentro.

Una vez dicho esto, aquí va mi catarsis terapéutica.

Acerca del pensamiento:

Es importante que comience hablando del origen del pensamiento del hombre de derecha. Porque aunque éste no lo sepa, el mismo radica en dos de los intelectuales que, según nos han dicho, hicieron de nuestro país un lugar mucho muy adelantado con respecto a nuestros vecinos.

El hombre de derecha, capaz de tonificar su cuerpo pero jamás su mente, exige orden. Lo que cree condición sine qua non para sobrevivir en un mundo que cree o prefiere creerlo justo. Donde sus iguales son personas con quienes debe competir para así tener que compartir lo menos posible.

El mundo es así, debe ser así, siempre ha sido así y por lo tanto debe continuar siendo así. Tal cual se lo dejaron sus padres y, por ende, inmodificable.

Estos son herederos del pensamiento europeizante de Sarmiento donde el primer mundo es ampliamente superior al tercero. Pensamiento que se nos intentó inculcar, muchas veces con éxito, por el máximo representante de la derecha en América Latina como lo fue Sarmiento, sobre todo en su obra cumbre “Facundo o civilización y barbarie”: donde la civilización, el adelanto, la cordura y el orden son cualidades pertenecientes a Europa; y la barbarie, el atraso, lo inestable, es Argentina. Entonces de apoco se nos fue nutriendo de una cultura para que pretendamos ser como Europa, se dejo de mirar a nuestros pares paraguayos, brasileros, peruanos, bolivianos para comenzar a maravillarnos con los ojos celestes de la cultura europea dominante. Bandera que muchos intelectuales enarbolaron, entre ellos Borges, con un poco más de eufemismo, pero exactamente la misma (lo siento borgeanos pero a mi también me duele y ya es hora de que nos quitemos las caretas).

Teníamos que ser colonia de las primeras potencias del mundo, ellos sabían lo que hacían, nosotros no. Éramos jóvenes e inmaduros como para ponernos al frente de nuestro propio futuro. Entonces, qué mejor que dejarle esta ardua tarea a las naciones imperialistas que se dedican a esto desde los siglos de los siglos. “Démosle la materia prima y ellos nos venderán el producto terminado”.

Hijos no reconocidos del pensamiento de Alberdi que pretendía poblar el territorio argentino, y para esto hizo famosa su tristemente celebre frase “gobernar es poblar”, pero no con cualquiera de las etnias, el poblar significaba hacerlo con ingleses, escoceses, noruegos, suecos. Pero para desazón de Alberdi los que llegaron al país no eran anglosajones ni eslavos, estos, como sabemos, fueron mayormente españoles e italianos de piel tan oscurecida como la mía que no sirvió para otra cosa que dejar a Alberdi en ridículo. Aunque tal vez no tanto, porque finalmente éste, primero, seguido de Sarmiento, luego hizo todo lo posible para que la cultura, el pensamiento y la educación que reine aquí fuese la que ellos querían. Es decir: se educó a personas de piel oscura con mente anglosajona, lo que permitió una gran falta de identidad nacional que hasta el día de hoy perdura. Cipayos mentales con la discriminación racial a flor de piel.

El hombre de izquierda, en cambio, busca anhelosamente la identidad nacional, golpea a las puertas y a los cerebros para poder ser escuchados, pretende a toda la región reunida en un solo grito de igualdad, aplaude a mano gastada la Unasur. Piensa por él y no por Sarmiento a quien rechaza profundamente por ser uno de los máximos enemigos que ha tenido el país. Si el precio de la civilización es el genocidio, pues entonces profesará la barbarie.

Este pensamiento, aunque parezca mentira, también abarca el fútbol:

El hombre de derecha es fanático de Messi, no solo porque el pibe la rompe, sino porque el lugar que elije para hacerlo es Europa. Argentina es un país atrasado y si aquí juega o no es circunstancial, lo importante es Europa y cómo nos haga quedar allí nuestro embajador que sin saberlo está siendo lo suficientemente civilizado que pretendía Sarmiento. Además, Messi no se equivoca y, por sobre todo, obedece. ¡Si papá Blatter!, ¡Como usted diga papá Blatter!

En cambio, y como seguramente ya lo supondrán, el hombre de izquierda se reconoce en Maradona, con todos sus defectos, con todos sus vicios, “con toda su barbarie”. A pesar que ya no juegue, el Bárbaro Diego aparece con algunas de sus tantas vicisitudes, para recordarnos cuán equivocado estaba Sarmiento al querer imponernos idiosincrasias ajenas. El mejor jugador del mundo de todos los tiempos del deporte mas popular del mundo se retira: llena un estadio completo y a sus fieles; niños y grandes, hombres y mujeres, les está por resumir su vida en una extraordinaria, pura y espontánea frase “Yo me equivoque y pagué, pero la pelota no se mancha”

En fin: todo está en su lugar, el bárbaro en argentina y el civilizado en Europa.

Acerca de la felicidad:

La felicidad es una palabra que desde que el tiempo es tiempo existen personas que no logran definirla acabadamente. Obviamente también desconozco dicha definición. Pero sí me animo a interpretar algunos matices que hacen a la misma.

Por ejemplo, para el hombre de derecha la felicidad consiste en un proyecto que no incluye a la sociedad, esta es únicamente individual; otras, abarca un reducido circulo de personas muy allegadas a éste. Pero el resto de la sociedad continua siendo ignorada. El dinero y los valores materiales juegan un rol predominante donde el estado de ánimo es directamente proporcional a este. Dejando excluido junto con la sociedad, a los valores espirituales; y que justamente serán recogidos por el hombre de izquierda que sostiene firmemente que la felicidad individual no existe sino es colectiva. Es decir: no puede ser feliz si su prójimo no lo es. Y por ende ya no desea ser absolutamente feliz en un mundo injusto. Está bien afligirse, esta bien tener momentos de infelicidad, está bien pensar en las desdichas de los demás, porque este hombre ha desarrollado una filosa sensibilidad social que ya no lo dejará ser feliz. No al menos la forma tradicional de felicidad. Muchas veces sus pensamientos acerca de la realidad lo atormentan al punto tal de querer modificarla, y son esos pequeños intentos lo que comienzan a llenarlo de vida. A diferencia del burgués ya no desea el mundo que sus padres le dejaron, lo cuestiona, quiere algo mejor. “Quiere algo más justo”.

Acerca de la seguridad:

El hombre de derecha, como anteriormente lo mencione, posee bienes que lícita o ilícitamente ha adquirido. Allí toma conciencia de que existen quienes no poseen bienes y por lo tanto se siente vulnerable. En ese momento comienza sus eternas plegarias al estado pidiendo, a veces, exigiendo, otras, seguridad.

Su dinero le sirve para “casi” todo: la mejor educación cipaya, la mejor obra social, la mejor casa, el mejor barrio y otras cosas más. Pero la seguridad no la puede comprar con dinero, entonces, comienza a exigir mediante diarios, radios y TV por la famosa “pena de muerte”. Dirá cuando se le pregunte: ¡Yo te quiero ver a vos, si te matan un hijo si no vas a estar a favor de la pena de muerte! Porque esa es su paupérrima teoría justificativa para tremendo sadismo como lo es la pena capital. Hombre civilizado que ante la inseguridad acude a la barbarie y he aquí “una gran contradicción en su forma de pensar”.

Este hombre inmediatamente toma el problema como algo personal, lo hace suyo, su pensamiento ya no es más objetivo, ahora es subjetivo, se trata de “su” hijo, de “sus” bienes. Cuando el problema es la falta de educación a este ni siquiera le interesará, porque “su” hijo va a una escuela privada.

En cambio para el hombre de izquierda, la seguridad es algo que vendrá única y solamente cuando la distribución de la riqueza sea más justa. Intenta radicalizar el problema. La seguridad es una consecuencia de otros temas mucho más trascendentales. “El niño llora”, y entonces se pregunta, “pero porqué llora el niño”, tan simple como eso.

El hombre de izquierda tendrá siempre una sola intensión, que de seguro puede ser cuestionada la forma que emplea para llevarla a cabo, pero va a ser una sola y desde el vamos está bien clara: un mundo más justo.

El hombre de derecha, en cambio, tendrá una segunda intensión que siempre la esconderá detrás de la que él dice ser la única, como por ejemplo: el glifozato en los campos es necesario porque ha sido el gobierno el que ha empujado a que cada vez se tenga que sembrar más soja, para de esa forma “poder sobrevivir”.

Acerca del arte:

El hombre de derecha es “a veces” consumidor de arte, cuanto más caro el arte, mejor. Si sabe o está en condiciones culturales para apreciarlo, no lo sabemos pero sí hay un factor común en todos ellos en cuanto al arte, y esto es que son incapaces de realizarlo. Esto más bien le corresponde al hombre de izquierda, porque éste es el que ha leído, es el que ha sabido ver el mundo, conoce el hambre, ha sido perseguido, ha sido muerto una y mil veces y es el arte lo que lo ha resucitado. El arte lo mantiene vivo, no el dinero, el arte. Aparte, no nos olvidemos que la sensibilidad, atributo esencial para el arte, le corresponde únicamente al hombre de izquierda.

La sensibilidad en el hombre de derecha, si existe, es determinada por la iglesia y la perorata que tenga ésta acerca de ser un buen cristiano. Para el hombre de derecha ayudar al prójimo le corresponde únicamente a la iglesia y a las instituciones u organismos que de ésta dependan, pues entonces si quieren ayudar lo harán desde la iglesia. Para ellos, todo aquel que lo haga por fuera de la misma y sus instituciones merecerá un pensamiento reservado, cauto, desconfiado.

Por último, y porque no me quiero extender, ya que la idea es que se lea: en cuanto a los medios de comunicación, el hombre de izquierda no puede evitar preguntarse qué sucedería si a las urbes el único diario que llegase sea escrito desde y por las villas, asentamientos o barrios carenciados. Es decir: qué sucedería si todas las personas del país que aún no ha tomado conciencia de su dicha, lo hiciesen. Pudiesen ver, leer o escuchar cuales son las noticias de esos sectores. Que un niño de 8 años pueda contar “sus noticias” y al fin ser escuchado y no tapado por cínicos políticos, contar cómo con tan solo 8 años lo violaron a una cuadra de su casa, cómo la violencia es la única forma que ven para solucionar los problemas, cómo la iglesia que opera en sus calles es la primera en señalarlos y discriminarlos, cómo un niño tan niño puede llegar a convertirse en adulto en un trís de tiempo mientras los diarios escritos por y para las clases medias y altas se quejan de los impuestos que paga el campo.

Probablemente, como otras veces, se me acuse de generalizar, entonces para ellos escribo esto: cuando realizamos algún tipo de análisis sociológico probablemente se tenga que generalizar, porque estamos hablando de la sociedad en general y no de casos en particular. Por otro lado, si esto los aterroriza tanto es cuestión de no sentirse incluido y listo. Porque, finalmente, pertenecer o no a una generalidad depende de cada uno de nosotros. ¿Cómo andamos de conciencia mis estimados?

Facundo Riera