jueves, 22 de julio de 2010

De paseo por la sociedad Rural


Para la tranquilidad de todos los argentinos, la vaca Amelie llegó a la Rural cansada pero llegó. “Latele” la esperaba para la conferencia de prensa que nunca dio, aunque si posó desnuda para las fotos que serían tapa de los diarios. Entonces sí, todo listo para que comience la más grande fiesta de campo de toda América Latina.

Ellos ya se pusieron sus camperas de gamuza, cueros de carpincho, chalecos, camisas lisas o a rayas, alpargatas de colores vivos, cuenta ganado, estómagos prominentes bien cerca del mentón, pañuelo al cuello con pasadores, mucho cardón, prolijos bigotes, exhibición de dientes, cinturones de cuero con hebillas de temática campechana, más cardón, un gracioso, todos camperos; otro, el más campero, también vive en la ciudad. Conversan acerca de camionetas.

Ellas no pudiendo ser menos y para estar a tono de tamaña festividad salieron de la peluquería para unirse a sus maridos, también con doble apellidos, devotas de la concentración de riqueza y del 1 a 1, tinturas para pelos de todos los colores; collares, anillos, aros, arrugas y otros colgantes; la seudo palabra “sho” encabezando las oraciones, fanáticas del opusdei, y quizás también del apartheid, sus carteras haciendo juego con las camperas de sus hombres, su frivolidad haciendo juego con la arrogancia de sus hombres, un poco de cardón también, muy “fifí”, sin conocimiento acerca del campo pero mucha habilidad para las ciudades. Sus temas de conversación por excelencia: sus hijos y cómo estos ya comienzan a parecerse a sus padres.

Una infinita cantidad de camionetas 4x4 me guiñan el ojo, no sirven para otra cosa que fundar malos pensamientos en mí. Entonces pienso: qué herramientas les darán a sus peones para trabajar el campo, les darán un tractor último modelo también, digo, porque quizá esto no sea tan necesario como sí lo es una camioneta último modelo para poder dar la célebre vuelta al perro por los pueblos de donde estos son oriundos, orondos. Siempre me llamó la atención lo que puede significar un automóvil de esta calaña en los pueblos o pequeñas ciudades, lo que tranquilamente en Bs. As. sea uno mas del montón, en estas comarcas, tienen nombre y apellido, algo así como un valor agregado, algo intrínseco en ellas que hace a su dueño diferenciarse del resto de los mortales, ¡Miralo vos a fulanito, la chata en la que anda!, y fulanito lo sabe, porque él también ha estado del otro lado de la ventanilla. Pero este anhelo del auto como dando a saber al resto el tamaño éxito que posee (entendiéndose por éxito, únicamente y solamente el factor económico), directamente proporcional al modelo del auto. Algo que lamentablemente es contagiado a otras esferas de menor capacidad adquisitiva, como la clase media. Lo que me permite comprender un poco mejor la pobreza cultural en la que suelen encontrarse estas ciudades, donde ya no hay cines, bibliotecas, museos, obras de teatro, ni recitales. Donde el disfrute y goce de la vida pasa mas bien por mostrar, aparentar (y si no me creen, pregúntenle a Facebook). Donde una gran cantidad de casas de ropas de reconocidas marcas, lo confirman, y donde las bibliotecas, disquerías, u otros espacios artísticos van siendo paulatinamente reemplazadas por éstas. Aunque esto es una apreciación personal solamente. Como todo.

Pienso en los peones, esos que desde siempre trabajan los campos, los que más se merecen estar allí, en la Rural, disfrutando de una feria que los enriquezca, pero precisamente son ellos los que brillan por su ausencia, brillo que pocos notan. Invisibles en su fiesta. Lo que para cualquier admirador de Tinelli, sería un bluper, para mí es una demostración más de que nada en estos lares es casual. Pero para suplir estas ausencias, en cambio, están los jóvenes hijos: estos acomodados, oportunos, herederos, económicamente satisfechos, legatarios, delfines, improductivos, desocupados, que se autodefinen como amantes del campo, pero que aún no deciden mudarse y siguen viviendo en las cómodas ciudades. Los que no logran imaginar el campo como un lugar de arduo trabajo, sino como una escapadita de fin de semana, para descansar del stress de la ciudad, de recitales de bocinas. Un plácido lugar donde comer un sabroso costillar, cabalgar un exótico equino durante un exótico atardecer, pero no más. Donde los delirios de libertad pueden ser rápidamente mutilados por el nostálgico confort de la ciudad, ciudad donde un cielo tormentoso no puede cambiar nuestros planes como sí sucede en los campos, donde aquellos omnipotentes no entenderían jamás, cómo un simple camino en mal estado puede ser tan significativo o cómo una antena mal calibrada puede excluirlos del mundo. Algo que para el hombre de campo es tan normal como entablar conversación con su caballo o con su perro compañero. Peonada que de apoco voy entendiendo por qué no puede acceder a la educación (con la que tanto insisto), quizá porque un peón con educación no estaría tan de acuerdo como lo está hoy, cuando Biolcati por medio de Buzzi y de De Angelis indagan por un dólar más alto, que oscile los $5, cuando cualquiera con un ápice de conocimiento en materia económica sabría que un aumento del tipo de cambio trae aparejado un inexorable aumento de la inflación, donde los que se benefician son únicamente los productores (ya que reciben una mayor cantidad de dinero por sus exportaciones) y los perjudicados: como siempre, nosotros (los asalariados). También estarían al tanto de que, cuando dicen no a la ley 125, están diciendo no a su articulo 20, donde textualmente expresa: “Créase el FONDO DE REDISTRIBUCION SOCIAL con la finalidad de financiar la construcción, ampliación, remodelación y equipamiento de hospitales públicos y centros de atención primaria de la salud; la construcción de viviendas populares en ámbitos urbanos o rurales; la construcción, reparación, mejora o mantenimiento de caminos rurales y el fortalecimiento de la agricultura familiar.” O También saber que todos aquellos pequeños productores gozaran efectivamente de las “compensaciones a pequeños productores” (capitulo 2 de la misma ley) siempre y cuando se apeguen a sus declaraciones juradas. O quizá, porque de estar un poco mejor informados, verían en De Angelis a una simple persona que está siendo manipulado por la sociedad Rural y olvidándose de ellos. Antes lo dije y lo vuelvo a repetir: nada en estos lares, es casual.

Los precios de quesos, jamones, salames siguen tan caros como siempre. Una bondiola puede ser más cara que toda una canasta básica. Pero si hay algo que tiene de lindo esta feria son los stand donde venden patonas pick-ups, cuya información la brindan patonas promotoras, y donde hasta el más íntegro padre de familia puede convertirse en un pedante galán de tv.

Cada vez que pienso la cantidad de horas que tendría que trabajar para tener una de esas (Pick-ups, no señoritas), me deprimo, aunque no por lo sobrevaluada que se encuentra una simple camioneta, sino por lo devaluado que está el trabajo.

Un muchacho con ojos claro y boina se prueba una 4x4, se mira en el retrovisor y se piensa. Otro, sin ojos claros ni boina pero igual de joven, tiene en una mano a una nenita de unos 60 cm. de alto o de unos tres año y la otra, enroscada al cuello de su mujer, miran desde afuera el interior del último beeme, que está con la puerta abierta. Tres jóvenes pasan por al lado mío, dos de los tres están disfrazado de gauchos, los tres hablan perfectamente porteño. Son muy pocos los peones que se ven, lo más parecido son estudiantes (que aún no son patrones). Un angus cinchón me mira fijamente, lo miro, nos miramos, me aburro, él no. Algún peón baña un hereford- según señala la cabaña. Una nena monta un pony para la foto que su padre captura, ahora pienso en la etimología del nombre de los Pin y Pon. El colosal olor a mezcla de bostas rápidamente adiestra las fosas nasales de cualquiera. En otro corral, un potro cachorrito, a duras penas en pie, es el encanto de un puñado de niños. Cuán felices. Un corderito me mira, también lo miro, me lo imagino en la parrilla, no me mira más.

Trato de no tener pensamientos resentidos, pero es difícil escribir acerca de la Rural (a la que he ido muchas veces) sin tomar una postura, sin obtener conclusiones.

Ahora pienso en esta palabra: resentimiento, palabra que puede ser muy ambigua. Palabra que a pesar que aquellos que suelen usarla, conocen su significado, no conocen su origen. Yo tampoco lo conozco, aunque debo confesar que también la he usado (y la seguiré usando), pero sí veo a esta palabra como un sistema automático de defensa de la clase dominante hacia la clase dominada, a la que se le exige que reprima sus clamores en silencio, y si así no lo hiciese, pues entonces será resentido. En Argentina cada vez que alguien utiliza este adjetivo descalificativo, da la casualidad que los agraviados siempre suelen ser pobres o victimas de cualquier otra forma de injusticia. Hablando muy mal y muy pronto: no solo te meto el dedo en el culo, sino que además no podes quejarte. Muchas veces he escuchado personas refiriéndose a indigentes, madres de plaza de Mayo, mujeres maltratadas, prostitutas, entre otras, con esta displicente palabra. Todas personas que a mi entender están en todo su derecho de sentirse resentidas, ya que hay algo que las oprime, las aqueja, las aflige, algo que irremediablemente les cambio la vida para siempre. Es cuestión de ponerse en su lugar por unos segundos. ¿No tiene derecho una madre a la cual le arrancaron su hija, la torturaron, violaron y quien sabe cuantos vejámenes más, a estar resentida con el sector responsable de dicho daño? Sin embargo tildamos despectivamente de resentido al que no tiene para comer, no tiene el celular que la tele le dice que tiene que tener, las pilchas a tener, el plasma en 50 incomodas cuotas que tiene que tener para mirar mejor el mundial y por ende sale a robar al primer gil que ve, para satisfacer la necesidad de demanda que le promulga el mercado una y otra vez, hasta que se les grabe en el centro del sistema nervioso, ahí, entre medio del hambre y el sexo.

Quizás tengamos que condenar un poco más a los fabricantes de resentidos y no tanto al producto terminado.

Aunque es importante remarcar que no estoy defendiendo rencorosos que no tienen motivo para serlo como el caso de Pergollini o Rial por poner dos pelotudos, ejemplos.

Me estoy refiriendo y defendiendo a los que pocos se refieren y defienden. Me estoy refiriendo a aquellos que ni siquiera pueden ser escuchados cuando piden cura al cáncer que aqueja a su hijo de apenas dos años (en el Chaco, sobre todo) como consecuencia de aviones fumigadores, vertederos voladores de glifosato, endosulfan, metamidofos, picloran y clopirifos, entre otros químicos usados en los cultivos de arroz y soja. Para suplir la mediocridad de ingenieros, veterinarios y administradores que no pueden cultivar soja sin la necesidad de estos y que tampoco tienen los cojones para advertir a los productores, lo ambiental y socialmente nocivo que es esto. Productores que ignoran tanto como yo, lo que están vertiendo a sus propiedades, aunque la ignorancia no reconoce propiedades privadas. Me refiero a peones que trabajan en condiciones medievales y por miserias en los yerbatales del norte del litoral para que De Angelis y yo podamos tomar mate a un precio barato, aunque De Angelis de esto no diga nada. Peones que trabajan en condiciones medievales y por miserias en las plantaciones de algodón del norte del litoral para que De Angelis y yo podamos vestir ropas a un precio barato, aunque De Angelis de esto no diga nada.

Peones que trabajan en condiciones medievales y por miserias en los ingenios azucareros de Tucumán y Santiago del Estero para que De Angelis y yo podamos endulzar nuestras vidas a un precio barato, aunque De Angelis de esto no diga nada.

Todo esto es opacado por una cierta cantidad de dinero, dinero para ganar un lugar en las cumbres de la sociedad, una cuenta en un banco, un banco en la iglesia, una prepaga bien cara y privada; escuela: la más exclusiva, la más privada; un terreno en el paraíso, un paraíso en un country, country privado de todos los resentidos, resentidos que aumentan a la décima potencia, potencia que todavía es paciencia.

No se porque termino hablando de esto, pero mis dedos escriben solos como solos se vienen esos pensamientos que nos rondan por la cabeza esperando el momento indicado.

También me percato de cómo pueden llegar a ser los más argentinos cuando les conviene, nadie más argentino que ellos. El ser nacional podría explicarse fácilmente con una fotografía de ellos, artífices de la Argentina granero y frigorífico del mundo, dueños de todo progreso, donde los hoy abuelos y bisabuelos camperos aplaudieron de pie el pacto Roca-Runciman, es decir: Argentina de rodillas ante Inglaterra. Y donde sus hijos, hoy padres camperos aplaudieron de pie el neoliberalismo menemista y la quita total de retenciones. Y donde el año pasado, el presidente de la sociedad, revindicó el plan económico de Martínez de Hoz, aplaudido de pie por sus feligreses. Siempre pensando en salvarse ellos y en nadie más que ellos aunque sea en desmedro de la clase media y baja. Y ahora que me pongo a pensar, esto último dice bastante del argentino promedio. Sí tendría que buscar una palabra para definir el común denominador del ser argentino (hombres y mujeres), creo sin lugar a duda que es el individualismo, donde el que mejor lo lleva a cabo es el sector terrateniente. Lejos de comprender que la pobreza no es buena y mucho menos a nivel colectivo, esto no es viable y cualquiera con un poco de imaginación (ni siquiera educación) lo puede comprender.

También creo que en general, los argentinos nos estamos dando cuenta de quien es quien, las ideas disfrazadas, la economía que profesan, los intereses que defienden. Como así también creo que cada día son más los que se dan cuenta que la clase terrateniente a diferencia de lo que ellos dicen, no quieren un país ni tampoco les interesa tenerlo. Lo que sí quieren son los recursos de ese País: las tierras húmedas que aguanten la mayor cantidad de monocultivo posible, la peonada barata y bruta incapaz de morder la mano que lo alimenta, capitales fáciles de conseguir y ansiosos de ser blanqueados; y por supuesto: leyes flexibles que permitan todas estas cosas. “Ese será siempre su País”

Riera Facundo