martes, 20 de septiembre de 2011

Lo que sabemos

Personalmente no puedo pasar por el mundo sin entender algunas cosas y emitir mis opiniones sobre tales cosas, procurando deducirlas, y sobre todo cuando es de tan alto nivel delictivo, y cuando, además, hay políticos inmersos.

Las cárceles argentinas atestan de personas privadas de su libertad física, presos o reclusos para el común de la gente. Aquellos que no tienen el suficiente dinero para pagar un buen abogado y librarse del delito menor que sean que hallan cometido.

Pero todo aquel que tenga el dinero necesario para comprar los honorarios de un abogado como Cúneo Libarona puede dormir tranquilo. Enserio: puede salir de un puterío con una pendeja de 17, subirse a su auto alemán y correr las calles céntricas a 120 kilómetros por hora, llevar medio kilo de cocaína en la guantera, al lado de la 45, cruzar un semáforo en rojo, chocar y matar a un transeúnte además de su propia acompañante; que caiga la poli y éste, totalmente alcoholizado, le vomite las pilchas, todo esto sin carné y con el seguro vencido.

Ahora, si no tienes dinero, si además cometiste el grave error u horror de haber nacido morocho, llevar campera con capucha, no tener trabajo, o peor aún, un trabajo socialmente no reconocido, no llevar ropas sanas y elegantes; sin importar que nunca le hayas jodido la vida a nadie, pues entonces las probabilidades de zafar de la cárcel, en caso de ser sospechoso, quedan reducidas a la libre y mera interpretación de la justicia. Pero no del Derecho, que suele decirnos hasta el hartazgo que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Pero quizás para la justicia un pobre no es persona y, por lo tanto, no lo ampara el principio de inocencia del cual sí se beneficio Carlos Menem (ex Presidente), Emir Yoma (ex asesor), Oscar Camilión (ex ministro de defensa) y otros 14 “ex” mas hasta que antes de ayer la magnánima justicia argentina los absolvió de todos los cargos que fueron acusados por el dudoso proceder a mediados de la década del 90.

Pero lo que poderosamente me indigna de esto es que se comprobó que efectivamente se envió mas de 6.500 Kg. de material bélico (armas y municiones de todo tipo) a dos países que se encontraban en guerra por aquel entonces (1991-95), donde había una restricción de naciones unidas para que estos no recibieran material armamentístico.

Un destino era Croacia, país que se hallaba en guerra de independencia contra la ex-Yugoslavia, disputa conocida como la guerra de los Balcanes y donde se cometieron graves violaciones a los derechos humanos, miles de mujeres violadas y embarazadas por soldados serbios, y todo esto hace menos de 20 años.

El otro destino fue Ecuador, quien se encontraba en conflicto con Perú por cuestiones limítrofes sobre la Amazonia, el mismo que duro hasta bien entrado el año 1997.

Estuve esperando este fallo largo rato, sin necesariamente dejar de “vivir” en ese proceso, pero cuando leía algo en los diarios referido al tema hacía principal hincapié en ello, siempre alarmante. Estoy seguro que no soy el único al que esto le concierne. Este interés me ha llevado a compartir lo que pienso porque lo necesito. Porque indefectiblemente “sé algo”, que ayer no sabía. Que pude haber intuido, pero sin pruebas, hoy las tengo.

Sobre esto quiero hablar, sobre lo que sabemos. He aquí la pregunta animal: ¿qué hacemos con lo que sabemos? Hace unos años atrás cuando todavía no estábamos completamente sumergidos en la era de la comunicación e información era de esperar que no nos revelemos, que no exijamos cosas, que no incendiemos el congreso, porque no sabíamos. Hoy si. Hoy, un usuario común de Internet tiene acceso a información de altísima calidad, sabemos un montón de cosas que antes no se sabían. Hoy sabemos en un ápice lo que esta ocurriendo en las calles de Roma, con imágenes satelitales en vivo. WikiLeaks es un vivo ejemplo de lo que digo, ha brindado información con sobradas pruebas al mundo entero acerca de quiénes son los malos y por qué son malos, acerca de esos que teníamos sospechas, conjeturas, pero difícilmente pruebas. Está perfecto, me pone realmente contento que sirva para eso. Pero la pregunta que no puedo evitar hacerme una y otra vez en mi cabeza, la pregunta que me acosa constantemente es: ¿Qué hacemos con lo que sabemos? ¿Cómo podemos continuar una vida normal con todo esto que sabemos? ¿Cómo puedo ir a una iglesia luego de lo que sé acerca de ella? ¿Cómo podemos levantarnos cada mañana para ir a un trabajo donde los principios que uno posee, tienen que ser relegados?

¿Como podemos comprar y leer el diario clarín con todo lo que sabemos acerca de su dueña? Y no estoy haciendo proselitismo político, estoy hablando del comportamiento inentendible de personas dentro de una sociedad que saben lo que saben y les importa tres carajos, y son muchos, que hace algunos años atrás se los podría haber cuestionado por desinformados, pero hoy ya no, hoy me animo acusarlos de inconmovibles, adictos a la morfina que poco a poco nos adormece. No quiero que voten a Cristina Fernandez, quiero que seamos responsables con un medio que cuando Cristina ya no este, seguramente valla a continuar.

Realmente espero que se entienda lo que estoy proponiendo, ya que no es mi intención hacer propaganda política.

Hoy sabemos que el planeta agoniza, podemos observar a través de páginas de Internet constantemente actualizadas, las manchas de polución. Sabemos que le hemos robado porciones gigantescas de tierras a nuestros originarios, y que hoy son grandes estancias de reconocidos hacendados. Estamos viendo a sabiendas nuestra cuenta regresiva como especie humana y qué hacemos con lo que sabemos.

Hoy se que Menem anda libre, y también se que Menem es culpable. Hoy se que perejiles se comen meses y hasta años en cana por fumar marihuana. Por robar una zapatillas, un celular, o una gallina vas preso y vas a compartir pabellón con violadores de la peor estirpe, asesinos irrecuperables que ni siquiera mataron por amor, que degollan a una persona con la misma inmutabilidad que un cazador lo hace con su presa.

No quiero politizar el fallo hacia Menem porque realmente no creo que esto haya que politizarlo. Porque este hombre es lisa y llanamente un delincuente de la peor calaña, que arruino un país. Que llevó, indirectamente, a la muerte de muchos ciudadanos: que primero los dejó sin trabajo, que luego los enfermó; que expulsó a sus hijos del país, que los hizo pasar hambre, que extrañaron hasta las lágrimas a su patria y a sus familias, que originó disputas familiares donde nunca las hubo, que nos embruteció, que nos enseñó a odiar. Que hoy quieren acercarlo al Kirchnerismo para de esa forma manchar un gobierno que algún otro día analizare, porque prometí no hacer apología.

Sabemos que los canas roban y matan personas inocentes, los curas violan niños indefensos. Los ejércitos en guerras matan a niños definitivamente inocentes; las clases medias que quieren ser altas odian los niños y los quieren presos aun siendo menores, aun siendo inocentes. Los ingleses continúan pidiendo en su himno que “Dios salve a su reina” mientras que su majestad les exprime los bolsillos, los expulsa de sus trabajos y los reprime cuando estos se manifiestan. La clase alta es la mayor ladrona (y no evasora) de impuestos en el mundo entero. La crisis en EE.UU ha sido amortiguada con dinero proveniente del narcotráfico y la trata de personas. En las cajas fuertes de los bancos duermen joyas que han costado sangre humana. Y la lista de cosas que sabemos, al igual que el universo y la estupidez humana, sería infinita, pero de nada serviría porque igualmente no sabríamos qué hacer con ello. A lo sumo enviamos esos pensamientos que nos abruman a una parte del inconciente para que allí descansen y no molesten, una especie de papelera de reciclaje que nos permite continuar con nuestras vidas sin revelarnos. Completamente anestesiados.

Hoy sabemos, pero: “qué hacemos con lo que sabemos”.


Facundo Riera


Tus canciones, dijo él,

No se entienden y complican más sin alterar

Un mundo que no va a cambiar

Lo mire y le contesté

Que yo escribo en el aire que no puedo hallar

Que no nos dejan respirar

“Bajo el agua” (Shaila)

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