viernes, 4 de noviembre de 2011

La histeria que nos parió

Por Facundo Riera


Si el mundo no rotase, si estuviese estático y no en continuo movimiento, girando; pues allí y solo allí no tenga lugar la palabra “pero”. No haría falta. Estaríamos todos de acuerdo, aburridísimos, pero de acuerdo. No habría discusión, posición ni oposición.

Pero al parecer el mundo gira, lamentablemente hacia la “derecha”. Entonces discutimos, no nos ponemos de acuerdo, tratamos de no coincidir inclusive cuando “casi” lo estamos. Entonces decidimos utilizar de comodín, el “pero”. Esta palabra es utilizada por absolutamente todo el mundo, pero existe un sector de la sociedad que la lleva incrustada en la frente, en la cartera de la dama y en el bolsillo del caballero. Ese sector es el burgués (por definirlo de alguna manera). Esperen y no se exasperen.

Al “pero” lo invento un burgués para poder seguir siendo burgués, para que nada ni nadie le cambie su cómoda vida. Es inconformista por naturaleza, en él reina el “pero”. No los culpo, somos hijos de un sistema que nos ha hecho inconformistas. ¿No es el sistema, acaso, el que nos dice que tenemos que aspirar siempre a más? El último celular, el mejor auto, ser el más inteligente de la oficina y en una de esas hasta el mas lindo, acostarse con las mujeres más lindas. Pero jamás nunca conformarnos, el conformismo es un hilo muy delgado que muchas veces puede ser interpretado como fracaso.

Pregunten a algún opositor razonable del gobierno lo que piensa de este gobierno. Y seguramente éste reconocerá cosas buenas hasta que esperadamente introduce la palabra “pero” seguida de alguna oración como: “son amigos de Menem” o “son iguales de corruptos que los otros”. Porque necesitan encontrar el defecto, si no lo encontrasen se tendrían que definir y eso acarrea mucha responsabilidad amigos.

Y miren qué este comportamiento no obedece al nivel intelectual o religiosos ¡eh! Existen intelectuales como escritores o artistas de altísima calidad que coinciden en este discurso burgués. Este comportamiento, más bien, es común denominador de la clase acomodada. La clase baja, en cambio, no le interesa ese “pero”, porque no puede, no tiene tiempo para pequeñeces porque hay que llenar la olla, llegar al infinito fin de mes, trabajar, mandar los pibes a la escuela. Entonces, a sabiendas o no, se juegan. Se conforman.

No pueden darse el lujo de adoptar el “pero”como discurso, porque ese pero obstruye la asignación universal para que su hijo vaya a la escuela. Ese pero evita que peones rurales que nunca tuvieron aportes, hoy puedan estar jubilados. El burgués puede porque no necesita nada del estado, entonces lo critica aun cuando sea el mejor gobierno de la historia. Aun cuando se distancien de Menem. Aun cuando las retenciones a la soja desaparezcan.

El burgués jamás en su vida se va a definir por un gobierno popular, porque es esclavo del “pero” y la comodidad, que quizás sea lo mismo. Y ojo que no estoy hablando de un fanatismo ciego hacia el gobierno. Simplemente apoyar decisiones razonables con las que nos sentimos identificados, dejando razonablemente de lado, aquellas con las cuales no, pero de seguro tirando todos para el mismo lado.

Pero el burgués, comido y cómodo en su casa leyendo un libro a la luz de la estufa hogar una tarde de gris invierno, con mucha cautela, prefiere la crítica. A él no lo embaucan.

En cambio, los de la clase media baja tenemos tantos defectos, que nos asusta la sola idea de enumerarlos: el egoísmo, por ejemplo, es uno de los cuales espero algún día poder liberarme por completo. Otro de mis grandes defectos: los prejuicios, podría escribir un libro con todos mis prejuicios. Son tantos mis “peros”.

Un niño de una familia acomodada desde niño ya comienza, sin saber, a formar su carácter. Le regalan para su cumpleaños la pelota del último mundial y dirá algo así como: gracias, “pero” yo quería un auto a control remoto, porque en realidad lo quería. Igualmente jugará con la pelota hasta que finalmente, de alguna u otra manera se termina haciendo del autito.

El niño de una familia desacomodada, si le regalan la última pelota del mundial, será tanta su algarabía, dará tantos gracias que perderá la cuenta. No conoce el “pero”.

De adolescente, el acomodado querrá la universidad que sus acomodados amigos escojan. Su padre le dirá que va a ir a la universidad del estado y este dirá algo así como: “pero” yo quiero ir a la que van mis amigos. Hasta que se sale con la suya.

El adolescente económicamente incompleto, si quiere estudiar y sus padres se lo permiten, estará tan contento como la vez que le regalaron la pelota del mundial.

Y de adultos ya: el acomodado dirá buen gobierno “pero”. Y he aquí un problemon, porque ya no se trata de cambiar la pelota o la Universidad que le gusta. Es un Gobierno carajo.

En cambio el luchador incansable, el que continúa sin acomodarse, el que se levanta a trabajar con sus manos, “la fuerza de trabajo” dirá: este gobierno ha dado mucho al pueblo y por eso lo banco, no me importan los “peros”.

Entonces estoy en condiciones de pensar que dentro del discurso burgués, existen dos tipos de burgueses: los que realmente no ven bien que un gobierno tenga defectos, aun cuando tenga más virtudes que defectos. Porque para ellos la ética está ante y por sobre todo. Lo que me parece bien, siempre y cuando la prueba esté en que “su forma de actuar en la vida coincida con lo que dicen”. Me temo que son los menos (ven, ya estoy prejuzgando).

Y por otro lado, la peor calaña, el hipócrita burgués: el que se enfada por que el gobierno subsidia haraganes, pero evade impuestos y jamás de los jamases le daría trabajo a una persona mal vestida, con agujeros en sus ropas, de aspecto cansino y descuidado o que vive en una villa. Es decir: que su forma de actuar en la vida no coincide con lo que dice: Biolcati (nuevamente prejuzgando, pero así soy yo, defectuoso, resentido con sentido).

Entiéndase este ensayo como una crítica a mi histérica sociedad mas que una defensa al gobierno de turno, ya que éste se defiende solo, y lo hace muy bien por cierto, y créanme que no tanto por su capacidad de defensa, sino mas bien por la incapacidad de sus opositores, a excepción de Hermes Binner, a la hora de plantear un proyecto alternativo.

Lo que trato aquí es de encontrar repuestas a las preguntas que nos hacemos acerca de las personas con quienes compartimos este país, personas que seguirán aquí cuando este gobierno haya pasado. Personas que seguramente serian opositores de Binner si este sería el presidente. Personas que no logran exponer claramente sus discursos y me confunden, me quitan el sueño con sus clavos en mi almohada, me salan la tierra que beso cada mañana. Hablando de amor cuando jamás lo han sentido. Hablando de política cuando jamás se han detenido a pensar minuciosa y seriamente la misma.

En fin, la histeria que colma nuestras vidas.

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